¿Los celos como muestra de amor?

¿Cuántas veces habremos oído decir a alguien cercano a nosotros: “esos celos significan que me quiere”, o “yo soy celos@ solamente si me dan motivos”?

He aquí la pregunta clave: ¿cuándo pueden los celos considerarse problemáticos?

Según la definición de Echeburúa y Fernández-Montalvo, los celos son un sentimiento de malestar causado por la certeza, la sospecha o el temor de que la persona querida, a quien se desea en exclusiva, prefiere y vuelve el afecto hacia una tercera persona.

Si buscáramos una acepción “algo” positiva del término, podríamos decir que, bajo control, los celos pueden ser una manifestación de afecto hacia la otra persona. Pero incluso bajo este significado y siguiendo la definición anteriormente citada, se encuentra la idea inherente de control, de pertenencia, de exclusividad, de dominio y de posesión hacia mi pareja.

Los celos pueden aparecer en cualquier momento de la vida y de la relación, pero sí existen varias circunstancias más proclives a sufrirlos, como son el inicio de un nuevo noviazgo, conseguir un nuevo trabajo, un ascenso, tener que viajar y tener un hijo.

En cuanto al género, no hay diferencias significativas entre hombres y mujeres, aunque es probable que haya más hombres celosos que mujeres.

Donde sí se encuentran relaciones en cuanto al género, es en las emociones que manifiestan cuando se enfrentan a este problema. En los hombres predomina más el enfado, mientras que las mujeres expresarían más tristeza, culpa y autorreproches.

Volvamos entonces a la pregunta que hemos formulado anteriormente: ¿cuándo los celos son patológicos?

Existen varios factores clave:

• Cuando no existe provocación que los cause directamente, o por lo menos no de una forma racional, ya que sí puede existir para esa persona una causa remotamente justificada.
• Hay un dolor emocional intenso: tristeza, ira, agresividad…
• Interfiere significativamente en la vida de la persona, ya sea en la pareja, trabajo, amigos…
• Existen conductas de control y de comprobación, como seguirle, mirarle el móvil, registrar la ropa, llamar por teléfono…

¿Cómo entraríamos entonces en ese patrón desadaptativo y cómo empezaríamos a sufrir ese problema?

1. Para empezar, habría alguna situación que en ese momento consideramos anómala. Puede ser: que nuestra pareja llegue tarde a casa, que disminuyan las relaciones sexuales, cambiar la rutina, arreglarse más…
2. En ese momento, se dispararían un sinfín de pensamientos, como: “me está engañando”, “me va a dejar”, “se va a enterar”, “qué haré sin él/ella”…
3. Después de estos pensamientos, nos sentiremos tristes, enfadados, culpables…Esto sería la respuesta fisiológica o emocional.
4. Y la última respuesta, que va a continuación de las otras dos, sería la respuesta motora. ¿Qué hacemos cuando pensamos ese tipo de cosas y nos sentimos así? Esas conductas de control y comprobación que hemos citado antes: llamar por teléfono, registrar el bolso, interrogar, buscar marcas…
5. En este último punto vendría bien mencionar las consecuencias de este proceso. A corto plazo, nos producirá alivio e incluso sensación de control. Pero como en otros muchos problemas, se quedará sólo en eso, en alivio a corto plazo, ya que a medida que pase el tiempo, volveremos a tener alguna situación que otra vez dispare este patrón de acción.

Vivimos en una sociedad en la que incluso te exigen ser celoso, porque, si no lo eres, seguramente no sentirás lo que se debe sentir por tu pareja. “¿Tu novio/a no está celoso por eso? A ver si no te quiere lo suficiente…”. Aquí entra el juego el valor cultural que se les ha dado, ya que tienen una connotación de protección hacia la pareja, de supervivencia y estabilidad familiar.

Por lo tanto, y después de ver lo disfuncional que resulta este tipo de problema que tanto afecta a parejas, habría que volver a repetir la pregunta del principio: ¿tener celos significa amar?

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