Los límites del enfado parecen algo difusos. Todo el mundo se enfada. Por lo tanto, ¿dónde está la línea que separa al enfado “adaptativo” del enfado patológico.
De una manera bastante clara y sencilla, podríamos contestar a esta pregunta señalando que las personas sufren este tipo de enfado más disfuncional porque se enfadan demasiadas veces, con demasiada intensidad o con demasiada duración.
Hay personas para las que existe una amplia gama de situaciones susceptibles de enfadarle. Serían personas de enfado fácil, cascarrabias, gruñonas y que se suelen quejar por todo.
Un ejemplo de este tipo de persona sería P. S. , de 32 años. Vino a consulta aquejada por una fuerte ansiedad. Cualquier situación que le fuera adversa a sus deseos, en la que no consiguiera lo que ella quería le provocaba ansiedad, acompañada de sofoco, sudores y taquicardia. Los demás procuraban hacer siempre lo que ella dijera, porque sabían cómo reaccionaba si se les ocurría contradecirla. Todo lo interpretaba como un ataque hacia ella.
También existen personas en las que la intensidad de su enfado es excesivo, llegando a cotas de intensidad muy elevadas. Suelen manifestarse de forma agresiva, ya sea de manera verbal gritando o elevando mucho el tono, o de manera física, mediante el contacto directo hacia la otra persona o hacia objetos, como estampar cosas o pegar puñetazos a una pared.
R. G. , de 48 años, llegó a consulta con su mujer por un problema de pareja. Después de realizar la evaluación conjunta, fue pertinente empezar sesiones individuales con él debido a sus continuos episodios de agresividad en casa. Siempre que discutían, acababa dando portazos o rompiendo algún objeto de la casa. Él comentaba que así lograba “desfogarse”.
Y por último, el tercer grupo estaría compuesto por esas personas en las que el enfado les suele durar días, semanas e incluso meses. Suelen quedarse estancados en el rencor y les es imposible procesar la información y poder pasar página. La gente de su alrededor los tacha de amargados e incapaces de perdonar.
L. M. , de 50 años, lleva sin hablar con su hermano más de diez años. Todo empezó por un malentendido que él interpretó como una ofensa. Desde ese momento no quiere saber nada de él, rechaza cualquier intento de acercamiento por parte de su hermano y jura que nunca lo perdonará.
Estos casos citados son ejemplos de lo que consideramos enfado desadaptativo, disfuncional o patológico. Por supuesto que la mayoría de las veces no nos encontramos con enfados que solamente pertenezca a una de las anteriores categorías. Hay personas que se enfadan ante muchas situaciones y en las que su enfado les suele durar mucho tiempo. O hay personas que reaccionan con mucha intensidad y ante un sinfín de situaciones.
Como hemos comentado al principio, el enfado es una emoción algo difusa y en la que es preciso una detallada evaluación para poder discernir si se trata de un enfado adaptativo o enfado perjudicial.
Si te has sentido identificado/a con alguna de estas situaciones o si simplemente quieres realizar una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto conmigo.
Un saludo.
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